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DE LUCES Y CRIATURAS
III Parte: El Patas de Cabra
Patricio Parente
"No
existe un suceso ovni igual a otro. Cada pesquisa
demanda acciones y planteamientos que poco o nada tiene que ver con
los anteriores"
J. J. Benítez, La Quinta Columna
Bernardina
Torres, la asistente social de la localidad de Payogasta,
nos había dado bastantes precisiones sobre
las vivencias de Marisol y los "enanitos", además ella
misma había estado en el lugar pudiendo observar unas raras huellas
en la acequia. Pero en el diálogo que mantuvimos con ella nos
contaría algo más que iba a atraer fuertemente nuestra
atención: una mujer de edad había visto algo así
como un centauro en los alrededores de su hogar, en el pueblo llamado
Tonco y por si fuera poco, había dejado unas huellas.
Mas interesante aún era la actualidad del suceso, había
ocurrido uno o dos meses antes de nuestro arribo a la zona.
Tanto los enanitos aparecidos a Marisol en Buenavista
como el travieso duende del Albergue de Payogasta daban cuenta de la
manifestación actual de entes mitológicos que se hundían
en las raíces del tiempo. Pero por más preparada para
el asombro que esté una mente curiosa, nunca se deja de asombrar.
Cuando nuevas experiencias desafían la comprensión hay
diferentes alternativas par reaccionar: el descarte; una forzoso acomodamiento
a el dossier datos; o un esfuerzo por desentrañar lo novedoso
de lo conocido.
El 21 de marzo nos decidimos por la última alternativa,
porque fuera una burla o un nuevo cause que tomaban los sucesos, a investigar
se aprende investigando, con ese lema partimos al lugar.
El relato
Tonco
es un pequeño pueblo, un caserío humilde encajonado entre
cerros y cardones
al que solo se accede transitando una senda de ripio que serpentea por
el desierto y tiene su naciente en la recta Tin Tin.
Desde una lomada se empieza a vislumbrar la escuela, la pequeña
capilla y las viviendas de adobe que se esparcen en el paisaje como
si hubieran sido salpicadas por una mano misteriosa. Y en este reino
de silencio y soledad, el tinte ocre de las viviendas se mimetiza con
el medio evidenciando como los individuos comparten más el paisaje
de lo que lo explotan.
Contemplando esas enormes soledades, uno aprende a valorar el temple
humano, la comunión de la tierra con el hombre, el dominio de
la naturaleza que, no vencida, otorga a cuenta gotas sus bondades.
Es así como las propias circunstancias parecían dar una
dosis de validez a cualquier clase de extrañeza que golpeara
nuestras puertas, pero el relato que íbamos a escuchar desbordó
todas las ideas previas.
María Cayo vivía junto a su hermana en un puesto
un tanto alejado del casco principal del pueblo. Toda su vida había
residido en aquel lugar, por lo que conocía perfectamente bien
los alrededores. Sus 72 años no parecían entrometerse
en su vida, su gran lucidez y perspicacia bañaban al relato de
una solidez poco conocida.
Casi todos los días se dirigía a la zona de
Agua Colorada, quebrada que se encuentra a 3 km. del poblado
de Tonco, y que posee la suficiente cantidad de agua para servir de
bebedero para la hacienda de cabras que criaba. La posición del
sol distaba que eran las 1 PM aproximadamente cuando ella distinguió
a lo lejos algo así como una vaca que bajaba caminando quebrada
abajo:
Gaceta: ¿Que es lo que pudo ver y cuánto hace?
María: pongamos, primeros días de febrero.
Vi un animalito, pero yo no quería avisar a nadie porque...yo
vi un animal bonito, en mi pensamiento... y todo yo vi un animal
bonito, y después...con todas las habladurías de la
gente me han hecho pensar mal, y ya empecé a desconfiar de todo.
Pero yo no tenía miedo ni ninguna cosa, yo lo tenía primero
como un animal...quería avisarle al Parque(cercano Parque Nacional
los Cardones), pensé que del Parque habían soltado un
animal raro. Yo nunca lo había visto antes, en ninguna parte
ni en Salta, que había visto tele (televisión), pero ese
animalito nunca lo había visto.
Gaceta: ¿Por qué era un animal raro?
María: No era raro, es un animal que yo no lo conocía.
Gaceta: ¿Y que forma tenía?
María: Era forma de animal, y al frente de persona.
Observando más
detenidamente divisó un "raro caminar, caminaba como
dando trancos largos, como en cámara lenta" por lo que ella
se escondió detrás de un monte. Sin embargo seguía
observando al animal, el cual notó la presencia de la señora,
y" miró un poquito"; fue esa conjunción
de la mirada con su indiferente andar lo que dio tranquilidad a María
para levantarse hasta un alto y disfrutar lo que veía sin necesidad
de protección alguna.
En ese momento se alarmó por la posibilidad de que las cabrillas
dispararan como "cuando dispara todo bicho cuando no conocen",
pero no lo hicieron, es más, cuando bajaba caminando, "las
cabrillas se hacían a un lado" y sin alterar el caminar
tranquilo del animal.
Como el animalito "caminaba" en una dirección contraria
a la que María lo hacía, tuvo la oportunidad de observarlo
con mayor agudeza, pues hacia ella se dirigía. Alrededor de 15
metros fue la mayor proximidad porque era el momento en que los
caminos se cruzaban, y fue en ese entonces que pensó terminante:
"como puede ser tan raro, vaca no es".
La descripción del animal que el destino nos tenía preparada
no se podía encerrar dentro de ninguna categoría conocida,
y de esa manera nuestro intento de racionalización
parecía desbordarse tratando de encuadrar los nuevos datos a
los ya obtenidos en tantas investigaciones. Además, ni María
misma había podido interpretarlo, ni aún en las hojas
que su sobrino había tomado de Internet, que mostraban animales
pero que ni se asemejaban a lo que ella había presenciado.
La cara no la había podido ver, lo que tenía era una clase
de manto blanco que le cubría todo el cuerpo, por lo menos hasta
la cintura, parecía que colgaba de la cabeza, como "un
pañuelo que le caía por lo hombros", lo que
más se asemejaba era a las orejas de las cabras, aunque "que
orejas tan largas, redondeaban la cara":
Gaceta: ¿Podría ser pelo?
María: Yo no sé, era brilloso pero yo no
lo podía distinguir, pero le vi como si tuviera una cosa bordada,
una cosa como fuera...la virgencita que tiene la pollerita toda dibujada,
vió?...así, o el manto cuando lo hacen así toda
bordada, dibujada, vió? así..., bueno tipo así(haciendo
un gran esfuerzo por representar lo que relataba).
Gaceta: ¿Pero, le caía de la cabeza?
María: Caía sí, largo.
Gaceta: Hasta donde le llegaba?
María: Hasta todo el cuerpo, para abajo, bueno...todo
abajo yo no le vi, yo le vi hasta...digamos...donde termina la espalda,
más abajito no le vi.
Asombrosamente "yo no ví los brazos, para arriba no tenía
brazos"; tampoco parecía buscar alguna clase de alimento;
mirar a María y dejarse ver eran como la fórmula de su
comportamiento.
Recién cuando comenzaba a darle la espalda, María pudo
ver definidamente una de las piernas, "larga y flaca como un
hombre alto y flaco. Para debajo de las espaldas tenía cuerpo
de animal pero delgadoncito, de pelo brilloso castañito;
y tenía cola también, era delgadoncita, en la puntita
como si fueran pelitos, daba hasta los garrones (muslos) y toda marroncita;
pero al frente (repetía continuamente) era como si fuera
gente".
No es una confusión que el animalito estaba de espaldas y María
seguía viendo el frente, porque luego del cruce de sus caminos,
dejando un trecho como intervalo y durante tres veces consecutivas éste
se dio vuelta para mirarla, como evidenciando y confirmando su extraña
naturaleza. Y fue en la tercera vez, cuando estaba "más
lejitos, se ha dado vuelta todo el cuerpo", y sin miedo pero
en señal de guardia, ella llamó a los perros. Al acudir
a su llamado "ya se ha movido más rápido, como
si fuera brincando, como un paso largo. El tomó río abajo
y yo subí por la quebrada".
Huellas y animales
Después
de haber leído las líneas anteriores se puede inferir
que la extrañeza no provenía solamente de la forma sino
también del andar.
Específicamente, María comentaba que cuando el animalito
asentaba una pierna ya estaba levantando la otra, nunca apoyaba las
dos piernas juntas.
En este punto es donde entran en juego las huellas, había alguna
clase de coincidencia con la forma de desplazarse del raro animal?
Habían pasado 20 días desde la experiencia, ya había
oscurecido y María se encontraba realizando las faenas de su
hogar cuando se percató que los perros toreaban y seguían
algo que ella no podía visualizar desde su casa. Luego escuchó
como un silbido, ramas que se agitaron y los perros regresando
disparados. Al otro día, Gloria Cayo, su sobrina, le comenta
que hay extraños rastros que vieron con su marido:
Gaceta: ¿Ustedes pudieron ver las huellas?
Santos Cayo: si, han llegado hasta acá (cerca de la casa
de ellos)...por atrás de la casa. Eran rastros raros, como un
animalito de dos patitas.
Gloria Cayo: era como un tipo rastro de vaca, pero con una sola(
una sola huella de pezuña de vaca), y la de atrás era
diferente, porque esa no la asienta seguido, como que la asienta por
ahí nomás...es como borroso, como un caballo sin herradura...así
como piecito de bebé, como que están unidos.
Santos: pero no tiene las dos manos, asienta una sola, y de atrás
también, una sola.
Gloria: Por eso pensamos "tiene que ser una vaca",
pero para ser una vaca tiene que ir con dos manos adelante y las dos
patas de atrás...era como una línea, como que va saltando,
como si fuera un canguro.
Los
rastros parecían evadidos por los perros, porque se quedaban
junto a ellos. Este comportamiento canino se asemeja al de los dos perros
de María en el suceso ocurrido 20 días antes:
María: las cabras parecía como que se habían
juntado, había huellitas y olfateaban por ahí. Estaría
parado o tomando agua.
Gaceta: los perros que hicieron?
María: rastreaban como a algún bicho(no al "animalito"),
y no daban importancia(...) como que no lo vieran, lo ignoraban.
Fue por las huellas que en nuestro arribo a Tonco, antes de entrevistar
a la señora efectuamos una especie de sondeo previo. Sabíamos
que aunque ya le habían puesto nombre: "patas de cabra",
ninguna persona había visto nunca lo que María había
observado. Pero además de los familiares de la señora,
distintas personas del poblado, entre ellos enfermeros y maestros, habían
constatado con sus ojos las extrañas marcas, y todos coincidían
en la rareza de las pisadas: se sucedían una a otra en forma
lineal, como en hilera, y el trecho entre una y otra era demasiado largo
para ser de animales del lugar o personas. A su vez, las huellas parecían
de dos clases, una parecía de vaca y la que le sucedía
se asemejaba a la de un caballo sin herradura. Y es raro porque aunque
caballos si hay, las vacas se encuentran a 40 km., y solo transitan
la zona en forma estacional, y esa precisamente no era la época.
Los datos no necesitaban forzarse para sugerir una relación con
la vivencia ocurrida tres semanas atrás: las huellas sí
coincidían con el desplazamiento de este ser.
Es interesante porque pareciera como si algo hubiera querido dejar evidencia
de su existir en las cercanías del propio pueblo, evidencia que
la misma María había tratado de encontrar en Agua Colorada
después del alejamiento del animalito, pero el pedregoso suelo
se lo había impedido.
La validez de la experiencia ya no dejaba caer su peso en el relato
solamente, ahora se maximizaba a causa de una instancia física,
palpable y observada por muchos. Y lo que es más, juntas, estas
dos vertientes de la experiencia reforzaban aún más la
rareza del "animalito", no era ni un canguro, ni un oso, ni
un burro, como decía María "era un bicho raro".
En este punto, y después de apreciar su transparente coherencia,
el episodio exigía una pregunta que nos haría transitar
por otras: ¿Qué había visto María? ¿Había
algún antecedente que aportara algo de luz? Y la luz apareció...
Del otro lado del Atlántico
En nuestro regreso a Buenos Aires la necesidad de antecedentes comenzó
a satisfacerse. Comentando la vivencia de María, alguien nos
alertó sobre casos parecidos relatados en los libros del ufólogo
español Juan José Benítez, fue entonces
cuando algunos recuerdos se adueñaron de nuestra memoria y llegamos
al ansiado libro. En La Punta del Iceberg se relataba un hecho ocurrido
en 1948 en la localidad extremeña de Garganta la Olla, en el
que un hombre había visto una monja con patas de cabra.
José Pancho Campo tenía alrededor de 60 años,
era agricultor, pero también tenía un rebaño de
cabras. Cierto día, después de escuchar sus voces, había
invitado a pasar a su casa a unas mujeres que estaban en su puerta sintiendo
frío. Solo una de las mujeres penetró en la cabaña,
y esto se puede leer textualmente en el relato de su sobrino: "vestía
de negro, como una monja, aunque, al contrario de lo que suele pasar
con las verdaderas monjas, aquella no hablaba. Mi tío le sugirió
que se acercara a la lumbre y que se calentara. Cuando estaba atizando
la candela, el resplandor de los leños le permitió ver
los pies. Eran pezuñas! Aquello le lleno de espanto y el Pancho
exclamó: Jesús! En ese momento, contaba él, la
monja salió de la choza a toda prisa"
Es una pena que sea un relato indirecto, ya que el sobrino no había
sido testigo presencial del hecho, Pancho hace años que había
fallecido, sin embargo esta historia se hacía lugar entre las
siguientes generaciones, y la intensidad de la misma enfrentaba el olvido
del tiempo. Había sido intensa a tal punto, que la probada valentía
de Pancho, pareció quebrarse, ya que desde aquel episodio varias
cruces empezaron a colgar de su cuello. Pancho constantemente repetía
que se le había aparecido el demonio, las patas y pezuñas
de chivo parecían suficiente prueba para indicárselo.
Es importante aclarar que más que la vivencia, era su interpretación
la causante de tales impresiones, y es interesante como cierta clase
de ideas pueden condicionar la apreciación de lo vivido. María
Cayo había interpretado desde otra óptica la experiencia
"no puede ser malo, si no me hizo nada, yo tenía fe que
era una cosa buena...lo he pensado como una cosa espiritual como un
espíritu bueno, que puede ser de arriba, que me ha dado comportación,
que me ha dado ánimo cuando yo lo ví". Sin embargo,
"después con todas las habladurías de la gente me
han hecho pensar mal, y me siento mal francamente porque me han dicho
que vi el diablo, que me iba a llevar".
Por más que los hechos no provoquen daño alguno, lo desconocido
a veces crea idea de peligro; idea que genera miedo y precaución.
Tal es así que la gente de Tonco pretendía dar aviso a
la policía (la policía de Cafayate, cabecera de departamento,
ha enviado dibujantes de manera de efectuar un boceto de lo aparecido).
La explicación
a través de la supuesta peligrosidad de lo desconocido podía
resultar comprensible, pero daba la impresión de que estaba incompleta,
había una hendija por donde se filtraba cierta incertidumbre,
puesto que si solamente una persona había presenciado al extraño
animalito, por qué el miedo de tantas? Podía encontrarse
alguna clase de respuesta en las tradiciones y creencias del lugar?
La conexión
Llegados a este
punto, es menester volver a una incógnita del suceso: tiene participación
dentro del fenómeno ovni o es un hecho aislado de él?
Era de nuestro conocimiento que la propia María hace dos o tres
años cuando residía en una finca en Agua Colorada había
tenido una experiencia con unas raras luminiscencias. Entrada la noche
y desde la finca había avistado extrañas luces que alumbraban
todos los montes en dirección a la misteriosa recta Tin tin,
las mismas se acercaron al rancho e iluminaron todo su interior. Luego
de un alejamiento, María con cierta precaución salió
gateando de la casa, pero al ver que se acercaban nuevamente, ella entró
de vuelta. Con gran naturalidad concluyó "esa luz yo
lo único que he pensado que son gente del espacio, y no le di
ningún apunte(importancia)".
También, y aunque ya no se veían muy seguido, teníamos
conocimiento de los llamados "faroles" que rondaban
por la zona de Tonco.
Pero todo esto no terminaba de aportar la claridad suficiente para establecer
una relación directa con las manifestaciones ovni; y fue revisando
algunos casos que una puerta se entreabrió. La solución
no se encontraba en investigaciones en otras zonas del país sino
en nuestra primera estancia en Salta en el mes de febrero. Fue la última
persona entrevistada quien nos comentó que hace 16 o 18 años
encontrándose en Yala, provincia de Jujuy, se le había
aparecido una luz en un terreno baldío cercano que había
tomado forma de centauro y que luego había adoptado una
forma como de una virgencita de perfil . Eran las 3 A.M. cuando
la imagen desapareció causando un sonido impresionante.
El relato aportaba un dato sustancial: una luz estaba asociada a
las figuras. Este dato importantísimo no lo recordamos instantáneamente,
tal vez porque lo habíamos escuchado fugazmente, y se habría
disuelto en los demás relatos que se habrían contado.
Pero ahora era la única bisagra que permitía comunicar
dos mundos aparentemente incompatibles. Éramos concientes que
solo era la punta del témpano, ahora habría que indagar
nuevamente en la historia y la leyenda para reforzar o anular nuestras
apreciaciones.
Sabíamos de la supuesta aparición de una bola de fuego
que se habría remontado hacia el cielo en los momentos que Pancho
vivenciaba el episodio de la monja con patas de cabra. Pero este evento
era un punto no dilucidado del caso, ningún referente actual
lo había mencionado, sólo Pancho tendría conocimiento,
pero el ya no se encontraba.
Inconformes con la incompletitud de los datos, nos acercamos a las antiguas
ideas de los nativos del lugar y nos encontramos con una atrayente frase
de Adolfo Colombres sobre el mikilo: "proteiforme, cuyas representaciones
son múltiples, como los juegos que puede improvisar la luz entre
las arboledas y las peñas". Tal vez no haga falta pero
es conveniente refrescar la memoria con la inmensidad de luces no convencionales
observadas deambulando entre arbustos, cardones y árboles.
Otra referencia la tomábamos de la obra de Adán Quiroga,
"Supay es la luz que mata que fulmina, que desgaja el tacu secular
e incendia la quincha del rancho..." la cual relacionábamos
con la enceguesedora luz que iluminó la finca de María
Cayo en Agua Colorada. Por último, el mismo autor, en mención
a los hapiñunos decía: "como ansían de
sus telas a quienes quieren llevarse, han debido ser para mí
una raza de diablos voladores". También las raras luminiscencias
avistadas continuamente en distintas zonas del país reciben el
nombre de luces "malas", maldad que no nace tanto de los males
que provocan como de lo mucho que se acercan.
Lo tres capítulos que compartimos en esta saga de entidades mitológicas
señalan sucesos demasiado raros que se estaban observando en
las inmediaciones de la recta Tin tin. Consecuentemente, nos preguntábamos
si eran poco regulares en la investigación o si nosotros los
descubríamos recién ahora. Toda esta información
abría nuevos caminos y ensanchaba las perspectivas con que veníamos
enmarcando los relatos de la gente hasta ese entonces, es por eso que
en el próximo capítulo trataremos de esbozar una hipótesis
tentativa sobre los eventos ocurridos.
IV Parte: "OVNIs y criaturas"
Continuará
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